
Con un gran frío comencé mi caminar, son esos días que calan los huesos, porque tu andas en polerita y las nubes te oscurecen la acera. No sabía realmente hacia donde me dirigía, pero tenía el breve presentimiento de que con alguna cosa estúpidamente característica chilena me podía encontrar. Y déjenme decirles que esta vez querido(s) lector(es) no los voy a defraudar.
Camine por Avda. Condell, sin un destino en mi mapa. En la esquina de Providencia doble hacia la derecha, corría un viento que te mueres, ya veía que el cielo se caía a truenazos y comenzaba a llover. Pero nada de eso paso hasta que llegue a mi destino improvisado.
Hospital del Tórax Avda. José Miguel Infante, cerca de nuestra Universidad y demasiado cerca del epicentro de la noticia estos últimos días. Cuando llegue vi tanto alboroto, tanta gente copuchenta y mucha también que venía a atenderse, otra cantidad de personajes que con un poquito de comezón en sus gargantas llegaban para agotar la paciencia del personal del hospital. Sentado en su frontis veía como siendo un don nadie podía estar dentro del recinto y mirar todo lo que pasaba ahí, y la prensa que afuera se encontraba solo miraba atónita. Me imagino que el señor de la Radio Cooperativa miraba para inventar algo o tal vez el periodista de CNN Chile que con un móvil en sus espaldas, un hermoso terno negro y unos zapatos que te encandilaban con su brillo me miraba con la idea de que…quien sabe, creer que el niño que miraba y anotaba en su cuaderno era el gran nuevo contagiado.
Podía ver gente que entraba y salía con mascarilla, que con caras angustiadas subían y bajaban escaleras, médicos y enfermeras que cada cierto rato salían a fumar para botar la asquerosa tensión de un hospital desbordado de exagerados. Justo cuando veía que los médicos entraban y yo fijaba mi mirada en ellos. Siento por mis espaldas …: ¿Y por qué ese joven puede estar adentro anotando y yo Eugenio Rosas Periodista de La Segunda , No Puedo entrar a cubrir lo que pasa en esta “Cagada” de Hospital?... se me revolvió la guata, porque pensé, “ahora me van a sacar cascando de aquí”. Cosa que casi ocurre, ya que el señor de camisa azul y jockey negro venia hacia mí, ¿Y no saben lo que paso?...Por supuesto no lo saben porque yo estaba ahí no ustedes. Llego una ambulancia metiendo más ruido un chinchinero adentro de una micro, imagínense lo que era. Gracias a eso se desvió la atención de nuestro querido amigo. Lamentablemente lo que vi fue triste, horrendo, denigrante. Un abuelito que apenas se podía sus parpados, venia moribundo al hospital. Créanme que no solo eso vi, y es aquí donde me quiero detener. Es que en mi vida he visto cosas que me avergüenzan de mi país, pero si tengo que hacer un ranking esta se acerca mucho al número uno de la lista. Resulta que aquel señor abuelito tierno, con cara de estar en una profunda soledad (La cual era cierta). Se quedo 45 Minutos en la camilla al costado de la entrada de urgencia, si leyeron bien 45 MINUTOS. Me trate de ir acercando a ese lugar de a poco. Subía un escalón y trataba de contener mi rabia. Llegue finalmente a unos pocos metros y ya más relajado cuando escucho: “Da lo mismo que espere unos 20 minutos más, si este viejito esta en las ultimas ya…”. Por supuesto en ese momento la ira se apodero de quien les escribe y rojo como tomate, le recé un rosario y algo mas al camillero. Un poco mas y nos vamos a las manos, pero creo que me vio tan fuera de casillas, que tomo la decisión de alejarse y agilizar el tramite. Me acerque al abuelito que solo me sonrió y cuando me di vuelta ya había una enfermera apareciendo en acción, pero en acción de encender un cigarrillo, me le acerque y lentamente le explique, ella accedió y Don Humberto subió para ser atendido.
Vaya alivio para mi conciencia, deje atrás a ese chileno que mira atónito sin hacer nada. Y así me aleje hasta burlar periodistas y copuchentos que merodeaban las afueras del lugar, me perdí por Infante sin que nadie me molestara en mi reportear subjetivo….
Patricio Velásquez Illanes.
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